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Benjamín Solari Parravicini, nació el 8 de agosto de 1898 en Buenos Aires. Artista y clarividente, miembro de una distinguida familia porteña de artistas y hombres de ciencia. Fue director del Museo de Bellas Artes de la Municipalidad de Buenos Aires.
Dotado de excepcional sensibilidad psíquica, realizó cientos de dibujos proféticos, que constituyen un monumental panorama anticipado de los acontecimientos colectivos entre los años 1935 y 2002; muchos de los cuales ya se han cumplido.
Llevaba una vida disipada e irresponsable hasta que, a los 32 años, según narra Justino, su hermano menor, una noche se le manifestó violentamente la aparición de una fuerza extraña.
El mismo Parravicini narra en sus escritos cómo recibió la misión: Un domingo de tarde la «vocecita» dijo al joven de Leo interrumpiéndole el piano: «Deja ya por hoy tu música y toma un lápiz y un block, juntos en él dibujaremos. Te enseñaré a realizar trazos rápidos y seguros; te acostumbraré a jugar con la línea curva y la línea recta.
Te demostraré cómo simplificar temas dentro de una única dimensión y te haré comprender el simbolismo plástico, con sus misterios abstractos. Poco tiempo necesitarás para llegar a dominar todo lo dicho, y cuando hayas adquirido práctica comenzaremos a
encuadernar en nuevas carpetas los trabajos que a nuestra consideración convengan ser guardados; además, te entregaré en mayoría, simbólicos dibujos traduciendo profecías al llegar. Debes saber, criatura, que ya es cercano el «final de finales». Llega ya la hora de las controversias, de las guerras, de las pestes, de la ceguera, de la fatuidad, del afán del oro, del crimen, del robo, del suicidio, de la indignidad. Llega al mundo la muerte, llegado es el caos.
Te demostraré cómo simplificar temas dentro de una única dimensión y te haré comprender el simbolismo plástico, con sus misterios abstractos. Poco tiempo necesitarás para llegar a dominar todo lo dicho, y cuando hayas adquirido práctica comenzaremos a encuadernar en nuevas carpetas los trabajos que a nuestra consideración convengan ser guardados; además, te entregaré en mayoría, simbólicos dibujos traduciendo profecías al llegar. Debes saber, criatura, que ya es cercano el «final de finales». Llega ya la hora de las controversias, de las guerras, de las pestes, de la ceguera, de la fatuidad, del afán del oro, del crimen, del robo, del suicidio, de la indignidad. Llega al mundo la muerte, llegado es el caos.
Y llegado es; porque el confusionismo aprisiona los hogares, deforma los hechos morales, encumbra la pornografía, mastica los sexos, enferma las mentes, desata el equilibrio de la religión católica. Nuevas ideas jóvenes en el sacerdocio. Nuevos conceptos, el papado temblará, se extraviará la fe, el materialismo será en triunfo con la mediocridad endiosada. Será en el mundo el «anti – Cristo».
Hijo: se acerca la hora de la explosión. Se acerca la obscuridad final; se aproxima el fuego de los fuegos. Se escucha ya la voz del cataclismo – aguas – llamas – desmoronamientos – destrucción de ciudades – nuevas tierras – nuevos mares – nuevas montañas – ciudades muertas y el lodo universal de cadáveres terminados.
Inútil será pregonar hijo mío, esta verdad dicto. La encumbrada mediocridad materialista y atea correrá tras la impudicia y el deshonor, por lo tanto, nada escuchará. ¡Nada nadie comprenderá! ¡Estarán ciegos!
Y en ese tiempo – tiempo de tiempo sin tiempo – bajarán al mundo convulsionado desde el astral lejano: naves interplanetarias, con inteligentes navieros tratarán de explicar el peligro de la fuerza térmica del núcleo fuerza, con que el hombre cuenta para su futura guerra de poderío mundial.
Los Navieros inteligentes serán atacados y no escuchados; no se les creerá seres vivos y como tales se les desechará.
También el humano ser, titulándose superior, se lanzará en viajes al espacio y llegará sin llegar. Verán sin ver, regresarán sin regresar más sí, palparán la realidad de los astros, navegos astrales y callarán.
Más tarde ¡la explosión! y el silencio será silencio… por silencio de tiempos los que serán tres.
¡Y bien hijo! He dicho en un más o menos el futuro de la Tierra, para que te forjes una idea general de los trabajos que haremos con los trazos prometidos. Cada uno de ellos llevará un epígrafe explicativo a su pie y como ya dije y repito, una vez terminados, los clasificarás correlativamente y como siempre los encarpetarás y archivarás hasta el día primero de los días en el final. Después ellos harán bien en luz, otorgarán luz en bien y el bien en luz y la luz en bien…
¡Salvarán al que vio!