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2. La ciencia de los números

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En cuanto a la ciencia de los números se refiere, es de suma importancia poder tratar este aspecto, ya que aquellos que no tengan intención de apreciar este estudio de investigación con ojos contemplativos, pueden caer en el error de juzgar el misterio de la ciencia de la Santa Cruz como un saber que se puede confundir con la numerología o cualquier género de carácter esotérico. Estamos de acuerdo que la numerología es el estudio del significado oculto de los números, aunque la postura de la Iglesia al respecto, por lo general, siempre ha sido de rechazo. Desde la fe estamos llamados a discernir la parte buena que tienen todas las ramas del conocimiento, no sólo para poder quedarnos con lo que nos puede edificar, sino para rebatir todo aquello que puede desviarnos tanto a nosotros como a otras personas del camino hacia Dios. He aquí que incluso en el medio terrestre apenas encontramos apenas materiales puros, pues todos necesitan ser tratados de alguna manera para poder extraer su mayor pureza. En cierta medida gran parte de la jerarquía de la Iglesia tiene este mismo proceder, aunque se podría pensar que esto no lo hace porque desprecie los conocimientos ocultos, sino más bien por temor a que algo pueda ser contrario o controvertido para la fe. Ciertamente se puede decir que en algunos puntos concretos de este estudio se trate de interpretar el significado de los números, pero ¿qué ocurre cuando la Iglesia considera que los números en la sagrada Escritura tienen significados diferentes, como la cantidad, el simbolismo y el mensaje? (Catholic.net, 2015). Si la santa Iglesia acoge la ciencia de los números como una extensión que en este caso enriquece el conocimiento de la sagrada Escritura, teniendo en cuenta este criterio suyo ¿por qué no se podría considerar favorable el potencial cultural que en este caso encontramos en este estudio con el fin de que podamos ampliar el horizonte de la teología? Teniendo en cuenta que los Profetas interpretaban los tiempos futuros de muchas formas, como por medio de imágenes, sueños, etc., no solo entendemos con esto a que estaban llamados por el Espíritu Santo a interpretar estos signos ocultos, pues teniendo en cuenta esta premisa ¿qué podrían decir los posibles detractores al respecto, cuando José por esta misma Santa inspiración preguntó «¿no son de Dios los sentidos ocultos?» (Gn. 40,8). Esta cita del primer libro de la sagrada Escritura ocurre dentro del contexto en el que dos hombres que estuvieron presos con José en Egipto tuvieron ambos el deseo expreso de relatarle los sueños que habían tenido para que se los pudiera interpretar.

La ciencia que no acepta sus limitaciones trata de destruir la verdad, cuando encuentra realidades que no puede comprender, pues la verdadera ciencia no es una oposición para la religión, sino que es más bien una herramienta para acercarnos más a lo exacto y preciso, siendo concretamente esto lo que nos puede permitir desarrollar una teología y filosofía más profunda y enriquecedora. En el fondo muchos sabemos que, es más bien el propio hombre quien obstaculiza el camino del conocimiento, cuando se enfrenta a realidades relacionadas con la fe. Cuando lleguemos a introducirnos en la mecánica de la unidad dentro del contexto de la ciencia mística, ésta nos permitirá acercarnos a las metamatemáticas, que son los principios y fundamentos elementales de las ciencias matemáticas, entendiendo con esto que trataremos con aspectos relacionados con la filosofía de los números naturales.

Se hace preciso tener muy presente que, para Dios, los números, tienen una gran importancia. Esto lo podemos constatar, en primer lugar, si tenemos en cuenta los cinco primeros libros de la revelación de Dios que compone la sagrada Escritura. En los cinco primeros Libros de la Biblia, conocidos como el Pentateuco, encontramos en la cuarta parte el Libro de los «Números». Toma este nombre de la Septuaginta, porque se trata de una enumeración de los censos del pueblo de Israel, aunque su contenido principal es la peregrinación de los israelitas desde el monte Sinaí, donde se promulga la Ley, hasta la tierra prometida (Canaán). El Libro de los Números también describe la santidad y la soberanía de Dios al presentarlo como un Ser celoso y misericordioso, que exige obediencia y fidelidad de parte de su pueblo. Este cuarto libro del Pentateuco fue escrito en el desierto del Sinaí por Moisés entorno al año 1406 a.C.

El interés por la ciencia de los números llegó a ser un conocimiento que ya estuvo en auge dentro de la filosofía clásica. Platón (427-347 a.C) nos dice al respecto, que «tanto la «ciencia de los números», como la «geometría», llevan al alma al conocimiento puro y la conducen a la contemplación del ser. Ambas tienen por objeto el conocimiento de la verdad y hacia ella «atraen el alma», formando así el espíritu filosófico. Las ciencias matemáticas, al contrario que las cosas de este mundo obligan a dirigir las miradas a lo alto, liberan y reaniman «un órgano del alma extinguido y embotado por las ocupaciones de esta vida», que es el único que posibilita percibir y acceder a la verdad.» (Platón, como se citó en Cañón Loyes, 1993, p.57) Con esta reflexión tan determinante que nos deja este filósofo de referencia, podemos decir que lo que trata este estudio en su globalidad es ayudarnos a discernir la importancia que tienen también las matemáticas en relación con la teología, para poder formar también de esta manera nuestro espíritu.  

Si tenemos en cuenta esta reflexión de Platón cuando se refiere a la ciencia de los números, no podemos negar que este saber tan poco escrutado en la sagrada Escritura, en verdad posee también un significado y simbolismo concreto. Puesto que la geometría de la Santa Cruz, así como la ciencia de los números poseen un significado de carácter simbólico, es necesario que consideremos que en ciertas ocasiones podamos tener la ocasión de comprender desde el mismo contexto bíblico lo que nos tratan de comunicar. De esta manera podremos comprobar en este estudio que la ciencia de los números es en cierta medida la clave para poder unir las matemáticas con la filosofía y estas a su vez con la teología.

Sobre la importancia de los números, deberíamos de tener en cuenta que el gran sabio de San Isidoro de Sevilla (556-636 d.C), como persona más docta en su época en el campo de la etimología, ya nos exhortaba que no debemos menospreciar en absoluto la ciencia de los números. «En muchos pasajes de las sagradas Escrituras, se pone de relieve cuán profundo es el misterio que entrañan. No en vano en las alabanzas a Dios se dice: «Todo lo has creado con medida, número y peso» (Sab. 11,21). Además, agregaba que «aparecen también en las Sagradas Escrituras otros números, cuyo sentido no pueden desentrañar sino quienes conocen la ciencia de este arte. En cierto sentido, es evidente que nosotros vivimos bajo la disciplina de los números, ya que, gracias a ella, sabemos las horas, llevamos el cómputo del paso de los meses y conocemos cuándo retorna cada época del año. A merced del número, aprendemos a no ser engañados» (Sevilla, 1993).