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Después haber tenido la ocasión de exponer en los análisis correspondientes a las tablas de multiplicar, es decir, la sección correspondiente de las operaciones simples, en todos los sumatorios efectuados considerando su valor compuesto, hemos obtenido resultados que son divisibles por su factor común. Esta observación es muy importante, ya que dentro del estudio de la ciencia de los números, tanto Pitágoras, como san Isidoro de Sevilla, se adelantaron a su tiempo, para que nosotros podamos ahora llegar a esta misma conclusión, aunque en nuestro caso lo podremos exponer con nuevos métodos. Estos estudiosos llegaron a un punto en común, cuando afirmaron que el número cinco es un número esférico o circular. Pitágoras justifica esta certeza cuándo nos dice que el cinco es «un número esférico o circular, porque las potencias terminan en cinco, como menor número cuyo cuadrado es suma de cuadrados (52 =32 + 42), representación aritmética del triángulo divino, en relación con el Teorema de Pitágoras. Además, cinco son los sólidos poliedros regulares (tetraedro, octaedro, cubo, dodecaedro e icosaedro)» (DivulgaMat, 2020). Por parte de san Isidoro de Sevilla, los argumentos resultan ser bastante similares a los del filósofo matemático, aunque con otros matices: «el número esférico es el que, multiplicado por un número circular, se inicia en sí mismo y a sí mismo revierte. 5 veces 5, son 25; este círculo al ser multiplicado de nuevo consigo mismo, da lugar a la esfera, ya que 5 veces 25 dan 125» (Sevilla, 1993). Los aportes científicos de estos estudiosos resultan ser sin duda un importante precedente, pues teniendo en cuenta ahora nuestros propios medios, trataremos de demostrar que el número cinco (5), desde una perspectiva cuantitativa no sólo se identifica con la circunferencia (5 = O), sino también con la geometría de la Santa Cruz (X = 5 = O). La primera demostración que podemos considerar como más convincente con respecto a esta evidencia, es perfectamente inteligible desde un modo gráfico, teniendo en cuenta los valores de cada una de las dos siguientes matrices:
Tabla 4.1. Matriz universal
(V) = (4 + 10 + 16) + (16 + 40 + 64) = 150
(H) = (16 + 20 + 24) + (24 + 30 +36) = 150
(D1) = (1 + 5 + 9) + (9 + 45 + 81) = 150
(D2) = (9 + 15 +21) + (21 + 35 + 49) = 150
Tabla 4.2. Tabla del cinco
Tabla del 5 ( V – H ) = (10 + 25 + 40) + ( H ) = (20 + 25 + 30) = 150
Tabla del 5 ( D1 – D2 ) = (5 + 25 + 45) + ( D2 ) = (15 + 25 + 35 = 150
La demostración que en este caso confirma que la Santa Cruz (+, X = 150) guarda una completa simetría con respecto al factor común de la matriz universal (Tabla 4.2), no exige demasiada explicación, ya que este factor común representa el eje central de la misma (X = 5 = O). Aunque en todo este estudio de investigación de forma general trabajamos con matrices que tienen forma cuadrada o rectangular, lo ideal sería trasponer estas representaciones cúbicas o rectangulares a sus correspondientes representaciones esféricas o circulares, y aunque este no sea nuestro el formato de trabajo, no resulta demasiado complejo poder imaginar esta trasposición en nuestra mente. La semejanza entre la Santa Cruz y la circunferencia que representa este mismo eje, en este caso podemos verificarla aritméticamente por esta similitud en modo gráfico. En este caso la suma aritmética de los diferentes trazos que forman la Santa Cruz (V – H , D1 – D2), podemos comprobar que coincide con el valor del eje central que identificamos con el factor común de la matriz universal (150).