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«Corría el año 1905 cuando Albert Einstein desarrolló la teoría de la relatividad, la cual pasó a llamarse «especial» ya que funcionaba perfectamente pero solo para los movimientos rectilíneos y uniformes. Esta teoría afirma que el tiempo y el espacio eran todo uno e indivisible. Cuando Einstein mandó el artículo a la comunidad científica nadie le hizo mucho caso, más diría yo, nadie le entendió, solo Max Plank supo entender lo que no era fácil ni incluso para mentes científicas y desarrolladas. Pero esta teoría no satisfacía la inquieta mente de este hombre que pretendía englobar en una única fórmula a todo un universo. Plank llegó a decirle que no perdiera el tiempo en esa búsqueda, ya que, aunque llegara a encontrarla nadie le creería. Pero esto, lejos de amedrentarle, le hizo dar vueltas y vueltas al tema hasta el momento que en 1907 llegó a la conclusión, negando al mismísimo Isaac Newton, de que la gravedad no era una fuerza que atraía a las cosas ya que, según él pensaba, las cosas no se mueven cuando son atraídas por algo, sino cuando algo las empuja y con esto quería decir que si algo cae sobre otra cosa no es porque la atraiga sino porque esa cosa curva el espacio cual remolino en una bañera». (Astronavarra, 2015). Cuando Einstein se sirvió de la comparación de la imagen de un remolino de agua en una bañera para poder llegar a esta conclusión, podríamos llegar a entender que se refería a la siguiente representación gráfica:
Representación 6. Perspectiva Top-Down (2 D) de la curvatura del espacio y el tiempo.
Cuando suprimimos en esta imagen las matrices que forman parte de la estructura, este remolino de agua que a Einstein le sirvió como inspiración para poder refutar la teoría de Newton, es cuando ahora nosotros encontramos un vínculo que relaciona este principio para poder aplicarlo de la misma manera, tal como si fuesen una adaptación de los cálculos que se derivan de los resultados que corresponden a las tres fases del átomo primitivo que acabamos de analizar.