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Muchos hombres de ciencia desconocidos e incluso de prestigio como Newton (1642-1727), Maxwell (1831-1879), etc., fueron grandes estudiosos y defensores de una teoría que pudiese explicar el funcionamiento de todo el universo. Albert Einstein (1879-1955), también fue una de las personas que en sus últimos días pensaban en una unificación, es decir, que buscaba un código en el universo, una pauta global que explicara el funcionamiento de todo.
Podemos encontrar uno de los primeros ejemplos de un modelo matemático aplicado a la vida real, retrocediendo 250 años. Entre uno de los muchos precursores se encuentra René Descartes, matemático y filósofo, quien mantenía la hipótesis de que, utilizando las matemáticas como herramienta, se podría construir una teoría unificada de todas las ciencias. Trabajó en campos muy diversos y en concreto en la Fisiología, presentando una explicación matemática para las funciones fisiológicas. Los modelos que proponía eran muy poco rigurosos y desprovistos de fundamentación experimental y, por tanto, con un gran número de errores. A este respecto, una frase que frecuentemente se comenta es la siguiente: «Los modelos son erróneos, pero muchos de ellos son útiles». Entonces uno se puede preguntar al respecto, ¿cómo pueden ser útiles si están equivocados? La respuesta a esta pregunta puede ser que por la misma razón que en el pasado existían mapas erróneos, cuando se pensaba que la tierra era plana y con distancias equivocadas, llegaron a ser muy útiles para poder viajar.
El sacerdote y filósofo Jaime Balmes (1810-1848) nos dice que, «el íntimo enlace de las ciencias matemáticas con las naturales es un hecho fuera de duda; ¿y quién sabe hasta qué punto se enlazan unas y otras con las ontológicas, psicológicas, teológicas y morales?» (Balmes, 1848, p.34). El presbítero prosigue diciéndonos: «Supongamos que el progreso de las ciencias naturales conduzca al descubrimiento de una ley simple, única, que presida al desarrollo de todas las demás, y cuya aplicación, variada según las circunstancias, sea suficiente para dar razón de todos los fenómenos que ahora se reducen a muchas y muy complicadas. Este sería sin duda un adelanto inmenso en las ciencias que tienen por objeto el mundo visible» (Balmes, 1848, p.44). En atención a este excelente planteamiento se puede admitir desde este momento que, teniendo en cuenta la amplitud interdisciplinar de nuestro patrón matemático también presente en el medio natural, podríamos deducir que hemos podido encontrar quizá una de estas leyes más importantes que en este caso describe Balmes. Esto deja una puerta abierta para que otras personas más eruditas en el campo de las ciencias exactas puedan hacer un juicio objetivo por medio del cual este patrón matemático pudiese llegar a ser considerado como una ley física. Con respecto a esta última afirmación, podemos llegar a la misma deducción de Richard P. Feynman, Premio Nobel de Física en 1995, cuando nos dice que «hay también ritmos y formas en los fenómenos naturales que no son aparentes a simple vista, sino mediante la lupa del análisis. Estos ritmos y formas son eso que llamamos leyes físicas» (Feynman, 1995, p.11).
Hasta el momento podemos decir que tenemos conocimiento que el modelo matemático universal de la Santa Cruz, podemos encontrarlo en:
Estos vienen a ser algunos de los campos de la ciencia en los que hemos podido comprobar con certeza que este modelo matemático se hace presente en algunas ocasiones con aproximaciones a las simetrías o semejanzas en sus resultados y en otras con total precisión. Ciertamente podemos llegar a tener pleno convencimiento que este patrón se encuentra en otros campos que no hemos llegado a explorar, bien por las limitaciones que nos impiden conocer los recovecos que se escapan a nuestro conocimiento en otras disciplinas de la ciencia o porque en la mayoría de los casos los datos que hemos procesado no siguen un orden homogéneo que nos permita poder encontrar este patrón. En los casos en los que encontramos datos con un determinado orden homogéneo pero que éste se produce de una forma fluctuante, como ocurre por ejemplo en las variables de temperaturas a lo largo de un periodo de 24 horas, procederemos con otros métodos diferentes tal como llegaremos a analizar más adelante en los sistemas periódicos no lineales.
Esta cobertura interdisciplinar nos hizo mirar mucho más allá de las medidas que marcan la naturaleza, para centrarnos en una teoría que nos pudiera ayudar a comprender el misterio de los orígenes del universo, aunque no desde un punto de vista exclusivamente científico, sino partiendo también de nuestra propia trascendencia. Teniendo en cuenta que la Santa Cruz fue el objeto geométrico por medio del cual Jesucristo quiso redimir al género humano, no podíamos dejar pasar la oportunidad de adentrarnos aún más en el seno de este misterio, para postular una teoría que abarcase este tema en cuestión. Esta será una de las partes de nuestro estudio que más interés podría suscitar tanto para científicos, filósofos y teólogos, siendo conscientes al mismo tiempo de que abrimos un camino nuevo en medio de una selva virgen, que podría ser especialmente objeto de interés para la teología natural o teodicea para poder servir de base en ulteriores razonamientos. La teoría del todo (o ToE por sus siglas en inglés, Theory of Everything) es una teoría hipotética de la física teórica que explica y conecta en una sola todos los fenómenos físicos conocidos. Inicialmente, el término se usó con una connotación irónica, para referirse a varias teorías sobre generalizadas. Después se popularizó en la física cuántica al describir una teoría que podría unificar o explicar a través de un modelo simple de teorías todas las interacciones fundamentales de la naturaleza[1]. Lejos de querer alcanzar estas pretensiones que superan nuestra capacidad, siguiendo el hilo de esta teoría que formularemos, nos centraremos en otros misterios que todas las ciencias deberían de poner su atención, ya que desde este momento el misterio de la ciencia de la Santa Cruz a través de la ciencia experimental, también nos transmite la importancia de la existencia de un Absoluto o un «Todo» en la unidad, la fraternidad que existe entre los diferentes números naturales y que a su vez encontraremos su relación con la parte esencial del Misterio del Sacrificio Eucarístico. En el suceso de este estudio podremos llegar a la conclusión personal que toda la creación nos habla de su Autor. También podremos apreciar en el signo supremo de la religión cristiana que es un molde original del ser real, el esquema fundamental impreso por Dios en el cosmos, la ley estructural del universo y, por eso mismo, el modelo radical de todas las obras realizadas por el hombre. Nada hay ni nada ocurre sin la Cruz. Ha sido estampado en el cielo en sus dos regiones ―el Ecuador y la Elíptica― y en la tierra en todas sus criaturas: en el pájaro que vuela, en el hombre que ora con los brazos extendidos, en todos los árboles con sus troncos y sus ramas. Se cruza el mar y se labra la tierra en el signo de la Santa Cruz y los artesanos no realizan su obra si no es con instrumentos que tienen esta figura. «El signo no es solamente un símbolo de reconciliación; es la misma reconciliación; en él todo lo que es horrible y cruel, todo lo que es discordia, ha sido elevado a una quietud, equilibrio y armonía divinos.» (Casel O, 2011, p.37).
[1] En física de partículas, se denomina fuerza fundamental a cada una de las clases de interacciones entre las partículas subatómicas, a saber: Fuerza nuclear fuerte, fuerza electromagnética, fuerza nuclear débil, interacción gravitatoria.