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Esta teoría en la que hemos tratado de demostrar que el universo comenzó girando desde un eje común, surge recientemente a la par con el apoyo de la ciencia ya que:
«según un estudio de la Universidad Estatal de Kansas, se ha revelado que existen vínculos inesperados entre las direcciones de giro de las galaxias y la estructura formada por estos vínculos. Esto quiere decir que el universo primitivo podría haber estado girando. Lior Shamir, astrónomo computacional e informático de K-State, presentó los hallazgos en junio de 2020 dentro de la reunión 236 de la Sociedad Astronómica Estadounidense. Desde los tiempos de Edwin Hubble, los astrónomos han creído que el universo se está expandiendo sin una dirección particular y que las galaxias que contiene están distribuidas sin una estructura cosmológica particular. Pero las recientes observaciones de Shamir de patrones geométricos de más de 200.000 galaxias espirales sugieren que el universo podría tener una estructura definida y que el universo primitivo podría haber estado girando. Los patrones en la distribución de estas galaxias sugieren que las galaxias espirales en diferentes partes del universo, separadas tanto por el espacio como por el tiempo, están relacionadas a través de las direcciones en las que giran, según el estudio. Una galaxia espiral es un objeto astronómico único porque su apariencia visual depende de la perspectiva del observador. Por ejemplo, una galaxia espiral que gira en el sentido de las agujas del reloj cuando se observa desde la Tierra, parecería girar en el sentido contrario a las agujas del reloj cuando el observador se encuentra en el lado opuesto de esa galaxia» (K-State, 2020).
De la misma manera que Jesús en el Evangelio hizo uso de sencillas comparaciones que conocemos como parábolas, para que pudiéramos comprender por medio de esta pedagogía la semejanza del Reino de los Cielos; la realidad en la que vivimos nos brinda también en muchas ocasiones la posibilidad de fijarnos en las características o cualidades de algo concreto, para poder explicar otras realidades complejas, con el fin de que puedan ser entendidas de una forma sencilla y éstas puedan ser accesibles a la razón para un amplio número de personas. Si nos retrotrajésemos varios siglos atrás y quisiéramos explicar a los hombres que viven en este tiempo que, por ejemplo, cada huso horario dista 15 grados, por el hecho de que al dividir los 360 grados de la esfera terrestre entre 24, resulta ser aproximadamente el número de horas que tarda la Tierra en dar la vuelta a su propio eje, tendríamos primero que saber adaptarnos a su tiempo y a sus conocimientos para que puedan llegar a comprenderlo. Partiendo de otro punto de vista diferente, si tenemos en cuenta el mismo ejemplo de A. Einstein como un hombre contemporáneo que en su caso se adelantó a nuestro tiempo, podemos destacar especialmente su gran ocurrencia, cuando se sirvió de un remolino de agua en la bañera para poder inspirarse en la formulación de la teoría de la relatividad general. De esta manera pudo llegar a su conclusión y explicarnos que el espacio y el tiempo se curvan geométricamente por la presencia de una masa/energía. Después de muchas demostraciones, ahora sabemos también que estas líneas se curvan en un plano, de la misma forma que si presionásemos una pequeña pelota contra una tela de araña. Sin embargo, tanto los husos horarios como estas líneas que se curvan en el plano espacio-temporal por la perturbación de un objeto, así como otros muchos ejemplos más que podríamos poner, sucede que, por nuestra incapacidad de poder percibir estas realidades invisibles con nuestros sentidos, por norma general, se consideran al entendimiento del hombre natural como algo que es imaginario o que no es real, aunque esta realidad de hecho forma parte de la demostración con la que hemos llegado a concluir esta teoría:
111 = 10 10 = 1 / 0 10 = 0 / 1
Estas expresiones matemáticas con las que hemos concluido esta teoría, no debemos de olvidar que no dejan de ser resultados obtenidos por medio de la ciencia experimental. De forma simple podemos interpretar que la Santísima Trinidad está directamente relacionada con la década y ésta a su vez se puede simplificar en dos números que se identifican con dos realidades universales distintas pero complementarias: lo material (1) y lo inmaterial (0); lo que es visible e invisible. Estas dos realidades universales están marcadas en nuestro cuerpo de una manera simbólica: los dedos de los pies (tierra) y los dedos de la mano (cielo), representando el factor común nuestros cinco sentidos. Ante este tipo de dificultades que nos podemos encontrar en esta vida, habría que tener en cuenta que para una persona humilde que en este caso apenas pueda tener conocimientos científicos, el hecho de creer y confiar en otras personas entendidas y muy especialmente a las más experimentadas en esta o cualquier otra materia, es algo que para nosotros los fieles análogamente entendemos también cómo hacer un acto de fe. Una de las primeras conclusiones que sacamos cuando despertamos a la realidad espiritual, es que nuestros sentidos corporales están limitados a todo aquello que es estrictamente material y tal como nos dice Jesús, también somos bienaventurados porque hemos creído sin haber visto (Jn. 20, 29). Con respecto a toda esta reflexión que acabamos de hacer, en la que consideramos de una forma especial el discernimiento correcto que debemos de procurar tener entre lo que puede ser verdadero o falso, podemos decir que todo aquello que nuestra inteligencia de una forma mecánica o automática entiende en este caso como algo invisible o para otros imaginario, en verdad forma parte de una realidad infinitamente superior a la nuestra; por ello «no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno» (2 Cor. 4,18). Todo esto nos lleva a pensar que en vano se esmeran los hombres en comprender las dimensiones espirituales sin la ayuda de la fe, queriendo medir esta realidad por simple raciocinio, sabiendo muchos de nosotros lo poco que puede llegar a abarcar nuestra inteligencia si no la ilumina Dios. Para poder comprender esta gran parábola que forma parte de nuestra vida mortal e inmortal, hemos de partir que Jesús nos dice que, si hay un lugar y un momento donde anticipadamente mora ya el Reino de Dios, es «aquí» y «ahora», es decir, «dentro de nosotros» (Lc. 17, 21), dentro del corazón del bautizado, en el que, habitando Dios Trinitario, Padre, Hijo y Espíritu, lo hace ya en nuestra pequeñez, pero potencialmente con todo su Reino. Teniendo en cuenta que desde nuestra condición como creyentes la presencia de Dios lo ocupa todo tal como lo anuncia san Pablo, quizá por medio de esta teoría que hemos formulado para hacer una aproximación al origen del universo se hace más cercano a nuestro entendimiento el hecho de poder comprender que «en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch. 17, 28).
La ciencia ha determinado que una teoría es un planteamiento sobre un fenómeno experimental que no se ha comprobado que sea verdadera. Cuando se comprueba que la teoría es verdadera, es cuando se convierte en una ley. Una teoría es un modelo que registra observaciones, las explica, las relaciona con otras observaciones. Nosotros en esta teoría, hemos tratado de corroborar y complementar algunos conocimientos importantes de carácter teológico que hasta el momento no se han considerado en la teoría del Big Bang.
«Conviene advertir además que, en la ciencia experimental, son muy pocas las personas que tienen suficientes conocimientos para comprender y valorar por sí mismas las teorías científicas. Dado el desarrollo y especialización actuales, incluso sucede que científicos competentes en un área determinada no dominan muchas otras. Esto significa, que en general, se admiten las afirmaciones científicas por simple confianza en los expertos. Desde luego, esto suele ser razonable, ya que los expertos forman una «comunidad» científica que suele actuar con rigor». (Artigas Mayayo M., 1992, p.56).
Si aceptamos la complejidad de esta realidad, podemos decir que en nuestro caso todos estos conocimientos que hemos compartido en esta teoría están especialmente al alcance de cualquier persona con conocimientos básicos en ciencias matemáticas. Con esto queremos decir que nuestro caso resulta ser excepcional, ya que se rompe con esta norma, siendo una ciencia completamente inteligible. De una forma contraria a la mayoría de las teorías que son accesibles para un número reducido de personas, y por las razones que este otro sacerdote y científico contemporáneo también expone, se suelen admitir las afirmaciones científicas por simple confianza en los expertos. Esta teoría que como hemos podido comprobar está fundamentada especialmente en la ciencia de los números y la geometría posee también otras ventajas que pueden suponer otro gran estímulo, pues todas aquellas personas interesadas en estudiar este material pueden debatir, investigar y desarrollar mucho más a allá de lo que aquí hemos hecho, ya que sabemos que este misterio da mucho más de sí de lo que en este estudio hemos tratado. Con esto queremos decir que los conocimientos que hemos expuesto pueden servir como base de apoyo para que se pueda expandir su desarrollo y de esta manera se pueda trascender a otras disciplinas del saber.
La disciplina del conocimiento que quizá podría recibir con mejor acogida este misterio de la ciencia de la Santa Cruz como materia de estudio es la teología natural. Como Teo-logía, indica un discurso filosófico diferente acerca del hecho religioso. Como natural, es un tratado fundado en la razón y se diferencia de la teología fundada en la revelación, que se puede llamar teología revelada y se conoce como teología dogmática. La vía metafísica hacia Dios que se denomina teología natural es el máximo conocimiento natural o racional que el hombre puede alcanzar de Dios. A lo largo de estas experiencias científicas encontramos que la teología natural tiene una relación directa con uno de los aspectos más importantes de la teología revelada.
«Como reflexión filosófica la teología es una reflexión metafísica. Desde Aristóteles, el objeto por el que se pregunta y sobre el cual reflexiona la metafísica en general es el ente y en cuanto al ente, el ente como tal y en su totalidad y sus principios y causas más altas. En definitiva, se pregunta por la causa primera, por el principio o principio absoluto. En este estaría la respuesta no solo a la pregunta por el ente en general o por la totalidad de los entes, sino también y de modo más radical por el ser del ente. La historia de la metafísica demuestra que seguramente no ha habido ningún filósofo importante que haya negado la existencia de algo absoluto». (Berciano M., 2018, p.8-9).
Aristóteles llegó a considerar tres ciencias teóricas: la Matemática, la Física o Filosofía de la Naturaleza y la Teología o Filosofía Primera, siendo esta última la más noble de ellas. De la misma manera que en su momento santo Tomás de Aquino supo adaptar muchas de las enseñanzas del gran pensador griego al pensamiento cristiano, teniendo en cuenta el presente estudio matemático, podemos decir que conseguimos extender la amplitud con respecto al concepto de filosofía primera. No cabe duda que este misterio de la ciencia hace posible el hecho de que tanto la Matemática, la Filosofía de la Naturaleza, así como la Teología puedan ser comprendidas de la misma manera que cuando un fluido está contenido en un medio con diversos vasos comunicantes. Con estas palabras queremos decir que gracias al modelo matemático universal de la Santa Cruz conseguimos que las ciencias fundamentales puedan comunicarse de esta manera, haciendo por tanto posible que éstas puedan llegarse a entender y comprenderse mejor. Esto hace posible también que se abra otra puerta más a la posibilidad del diálogo necesario entre la ciencia y la fe.
De nuevo podemos decir que filósofos y matemáticos reconocidos por su talla intelectual que también se adelantaron en este caso a su tiempo, cuando llegaron a afirmar que la geometría es un medio válido para poder demostrar la existencia de Dios. De una forma particular, uno de estos intelectuales llegó hacer referencia a representaciones geométricas concretas, aunque quizá nunca llegaron a pensar que esta representación pudiese estar relacionada con el modelo matemático de la Santa Cruz.
«Descartes partiendo de que el intelecto descubre o crea en sí verdades matemáticas que tienen una realidad objetiva, como por ejemplo la idea de un triángulo, ve la posibilidad de elaborar otro argumento a priori para demostrar la existencia de Dios, de quien afirma que tiene una idea no menos clara y distinta a la idea de un triángulo. Este argumento ontológico sería para Descartes el más importante.» «Leibniz añade que el argumento restablecido por Descartes presupone algo que había que probar, para darle una evidencia matemática: hay que probar que la idea cartesiana de Dios como ser más grande y perfecto es posible y no implica contradicción “si este punto es demostrado como es debido, se podría decir que la existencia de Dios es demostrada geométricamente a priori”» (Berciano M, 2018, p.156)
Tal como hemos podido comprobar en esta teoría, una de las mayores ventajas de habernos servido de la ciencia de los números y de la geometría, es que hemos podido permanecer neutrales al prescindir en este caso de las magnitudes físicas y esto no solamente supone un avance, sino también una gran ayuda para que estos conocimientos puedan ser accesibles a muchas más personas. Operando de esta manera nos ha permitido comprender también algo muy importante con respecto a todas estas relaciones matemáticas, pues nos encontramos ante un mensaje inteligente, un criptograma o un lenguaje cifrado que solo podemos llegar a decodificar por medio del signo que nos representa como cristianos. Ahora más bien podemos decir al respecto que desde un principio, fuera del espacio e incluso del tiempo, la iniciativa de querer establecer una comunicación entre un Emisor y un receptor, es un hecho incuestionable por la parte que le corresponde especialmente al Gran Matemático.
Podemos estar seguros de que no existe ninguna referencia tan explícita en la sagrada Escritura que haga mención a otra ciencia ajena la misma en la que se requiera como es en este caso sabiduría e inteligencia, con el fin de poder discernir un gran misterio que como sabemos hace referencia al tiempo escatológico. Efectivamente, esta ciencia a la que nos referimos son las matemáticas: «Aquí hay sabiduría, el que tenga inteligencia, calcule el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es 666» (Ap. 13, 18). Con esto queremos decir que desde este momento no podemos prescindir de esta ciencia exacta, con el fin de poder desentrañar otra multitud de misterios que este modelo matemático universal puede permitirnos conocer primero a la luz de la fe, para poder comprender otras dimensiones que hasta el momento presente son desconocidas para nosotros en la sagrada Escritura.