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Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo
BREVE TESTIMONIO
De: Jesús del Pino Marín
De niño, era una persona que creía en Dios y por costumbre acompañaba a mis padres a misa. Era un niño inocente, pero a finales de los años 80, con 12 años fui víctima de la pornografía. En aquel momento solo existía la oferta de dos canales de televisión en España (TV1- TV2). Este fue el comienzo de la caída de nuestra civilización y la causa de tantos «trastornos» que están relacionados con la salud mental. A la edad de 26 años, después de una mala vida llena de vicios tuve una experiencia breve en la que pude ver muchos pecados por los que había ofendido a Dios. Mi familia en aquel momento se llenó de temor ya que comencé a balbucear aspectos que tenían relación con la dimensión espiritual. Pensaron que había perdido el juicio y por ello me ingresaron en un hospital psiquiátrico.
En aquel momento no tuve consciencia que ya estaba bajo el punto de mira de los servicios sociales que dependen del Estado. En el 2006 visité el Monasterio del Escorial con unos amigos y la experiencia hizo que se elevara mi mente y espíritu, lo que causó otro nuevo ingreso en psiquiatría. Considero que nada en esta vida es casual y que cada uno tenemos una misión o encomienda que debemos de cumplir, pues ya desde este momento comencé a considerar aquellas palabras del Profeta Isaías cuando habla del ayuno que más agrada a Dios «Romper las cadenas injustas, soltar las coyuntas del yugo, dejar libres a los maltratados, y arrancar todo yugo» (Is. 58,6).
Siguiendo en la práctica de la fe, en la Navidad del año 2007-2008 tuve un acontecimiento de carácter científico y espiritual. En aquel momento no sabía lo que me había sucedido, pero profundizando en este misterio más adelante tomé consciencia de que los cristianos podemos demostrar que la Santa Cruz es también un modelo matemático universal que se encuentra en la naturaleza y en otros fenómenos que podemos considerar que son universales. Ciertamente podrán pensar que esto se trata de una genialidad de un loco tal como defienden algunos psiquiatras, sin embargo, queda muy lejos de esta realidad, pues unos días más tarde, concretamente el 15 de enero de este año nuevo, el Señor me concedió la gracia inmerecida de poder contemplar la luz del Sol sin padecer daños oculares. Esto podrá parecer a muchos un disparate, pero el libro de los Salmos nos dice que «de día el sol no te hará daño» (Sal. 121,6) y esto es lo que creo que le puede suceder a cualquier persona que se encuentre en gracia de Dios. Con esto quiero decir que no soy una persona especial, aunque sinceramente creo que el Señor se ha querido valer de mi persona para romper con algunos muros que el hombre de forma errada ha levantado con su razón soslayando de esta manera la virtud de la fe. Al respecto ya nos exhorta san Pablo que «ha escogido Dios más bien a los locos del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios a los débiles, para confundir a los fuertes. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor» (1 Co. 1, 27-28).
«El mayor milagro de mi vida no ha sido poder contemplar el Sol sin sufrir daños oculares, sino poder alcanzar la gracia de vivir libre de toda esclavitud»
¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme (2 Co. 11,1).
Después de dar mi testimonio en la parroquia Santa Teresa y San José en Madrid, la revista REL publicó este artículo.
En esta otra entrevista que me hicieron fue motivada por el testimonio que compartí en las Jornadas de Testimonios y Conversión en Madrid.
Esta es una corta entrevista realizada por el P. Javier Alonso Sandoica en la TV de la Conferencia Episcopal Española.
Donde se abordan los estragos de la impureza, y se trata sobre la locura y todo aquello que muchos entienden hoy como «enfermedad mental».
1. Prólogo
Conozco a Suso desde hace años y le acompaño en su camino de fe. Por eso accedo gustoso a escribir estas palabras a modo de prólogo de sus escritos y reflexiones.
Abarcan mucho campo. Hay un primer elemento de autobiografía que es útil para entender de donde nace todo lo demás. El deseo de Suso es mostrar como en él ha vencido la misericordia de Dios haciéndole libre y dándole el deseo de luchar por la libertad de todos. De todo se sirve Dios para hacer su obra y sacar un bien más grande. Puede resultar llamativo que cuente con normalidad la vida disoluta que ha llevado y no tenga reparos en compartir que ha estado varias veces internado en un psiquiátrico. Para algunos esto sería motivo suficiente para no prestarle ninguna atención. Con esta actitud podrían perderse algo importante.
Si algo tengo claro en mi experiencia de sacerdote es que Dios es mucho más grande y misericordioso que nosotros y sus caminos no son los nuestros. Cuando leemos en el evangelio y en las cartas de Pablo que Dios escoge lo necio del mundo y lo humilde (1 Co 1, 27) siempre tendemos a interpretarlo vaciando en gran parte la verdad de esas palabras. Estoy convencido que a través de Suso Dios puede hacer mucho bien a muchas personas.
Suso es, ante todo, un cristiano que busca la gloria de Dios y que desea dar a conocer a Cristo a todos los hombres. Él es consciente de su debilidad, pero es también consciente de la misericordia de Dios y con audacia confía en él.
Yo personalmente le he animado a compartir todo lo que vive consciente de la utilidad de los medios de comunicación. Leer sus escritos es, de algún modo, poder conversar con un amigo que tiene interés en cambiar el mundo.
En los escritos de Suso encontramos también diversidad de reflexiones. No hemos de buscar grandes teologías. Él no es ni pretende, ser un erudito o un profesor. Es, simplemente un cristiano, un, como le gusta a él remarcar “loco por Dios”. Bendita locura cuando se ofrece para gloria de Dios.
Debo decir, para aclarar las cosas, que Suso escribe a título personal. Como cristiano tiene todo el derecho de hacerlo. Sus reflexiones no son, lógicamente, expresión del Magisterio o de la doctrina de la Iglesia. De algún modo yo hago tarea de censura para que no se digan cosas contrarias a la fe.
Está entregado en cuerpo y alma a la tarea de mostrar la “belleza de la cruz”, símbolo de la libertad. Su incursión en el campo de las matemáticas (matemáticas místicas) es, cuanto menos, sugerente y es una invitación a mirar la realidad desde un horizonte más grande. Sus ponencias al respecto en varios congresos han suscitado el interés de algunos científicos y han abierto la mente a muchas personas que, gracias a estas reflexiones, pueden acercarse más a Dios.
Detrás de todo esto está el deseo de libertad, el don más grande que Dios nos ha dado. En un mundo esclavizado por tantas cosas, se agradece que alguien luche apasionadamente por la libertad. Uno podrá no estar de acuerdo en algunas cosas, pero se le ofrece un diálogo, una propuesta de una vida más hermosa y eso siempre tenemos que valorarlo. A este respecto Suso nos da ejemplo de valentía e interés.
Llama la atención la implicación personal de Suso. Él es consciente como Pablo de que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20), y es esa experiencia de misericordia la que quiere ofrecer. Desde ahí tiene la sencillez de contar su autobiografía y de “confesar” sus pecados para poder ayudar a los demás a no caer en lo que el cayó e invitar a todos a acudir a la misericordia de Dios. Sólo quién reconoce su pecado y se arrepiente puede experimentar el gozo y la liberación del perdón y la misericordia del Padre.
Me consta que Suso desea, ante todo, servir a Jesucristo, seguirle, configurándose con él, dispuesto a sufrir por él y con él. Tiene una vida espiritual seria, cuidando la oración, la vivencia de los sacramentos y la formación. Se sabe hijo de la Iglesia a la que “somete” todo lo que hace.
P. Javier Ortega Martín.
Pro-Vicario General de la Diócesis de Alcalá de Henares
Diciembre de 2011
2. Razones por las que me confieso ante el mundo.
Este testimonio está enfocado principalmente en un relato que describe cómo el Señor se vale de lo torpe e inútil y lo que no vale nada, para dar a conocer que el misterio de la ciencia de la Santa Cruz no se trata de un mero descubrimiento humano, sino que es una revelación que viene de parte de Dios. En este relato se pueden descubrir los estragos destructivos que trae la impureza en la vida de las personas. También se aborda el aspecto importante y necesario que resulta ser el matiz de la locura para la vida de los cristianos y unas pinceladas generales de aquello que muchos entienden hoy como “enfermedad mental”. Incluye una reflexión extendida a modo de guía práctica para que los creyentes podamos asumir la responsabilidad que nos corresponde dentro del ámbito de la salud mental, con el fin de poder construir todos juntos un mundo mejor.
Resumen de las razones:
1) Para dar gloria a Dios.
2) Para el beneficio de los hombres, especialmente por las nuevas generaciones.
3) Para promover y animar a todos a la práctica de la confesión sacramental.
4) Porque Dios se humilló haciéndose hombre.
5) Porque en mis circunstancias y gracias al discernimiento de mi dirección espiritual he sido plenamente consciente de que el Señor me lo pedía.
6) Para que las personas puedan ver con claridad la grandeza del Señor en mi pobreza, torpeza y debilidad.
7) Para seguir el ejemplo de san Pablo cuando dice que «me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos» (1 Co. 9,22).
8) Porque los dones que recibimos de Dios exigen una responsabilidad por parte de aquellos que los recibimos. Este deber como cristianos lo podemos comprender mejor en la parábola de los diez talentos (Mt. 25,14-30).
9) Porque me siento interpelado por uno de los adagios más conocidos de san Agustín de Hipona: «Excúsate y Yo te acusaré; Acúsate y Yo te excusaré».
10) Por agradecimiento por todas las gracias inmerecidas que el Señor me ha concedido a lo largo de mi vida.
«Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho» (St. 5,16).
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