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Agradecer, perdonar y pedir perdón.
Así titula la homilía de hoy el padre Santiago Martin, fundador de los Franciscanos de María (Los misioneros del agradecimiento) con el fin de ayudarnos a hacer un examen de conciencia de todos los acontecimientos que hayamos podido vivir a lo largo de este año. Y que bueno es ser consciente de tantas cosas que tenemos que agradecer, para poder ver el verdadero brillo de la vida; de perdonar, porque nuestro prójimo es igual que nosotros que se equivoca y de pedir perdón, por todas las veces que nos podemos equivocar también nosotros. Un balance fabuloso que creo que todos, cristianos o no cristianos deberíamos de hacer de forma particular antes de comenzar el año, de forma que se puedan convertir en los mejores propósitos que podemos hacernos de cara a Dios y a nuestros hermanos para poder vivir en paz.
En estos últimos días en los que no he podido asistir a la Santa Misa, porque mis padres se encuentran convalecientes y mi madre con 84 años parece que tiene cada día mayor dependencia, he tenido tiempo para reflexionar sobre los desórdenes que suceden especialmente al terminar la Santa Misa. Creo que después de haber tratado de buscar soluciones para que la gente pueda ser más sensible y respetuosa en el templo donde mora la presencia de Dios es algo que goza de buena intención, pero por desgracia las personas no lo entienden ni lo van a entender. Yo siempre que he ido al templo he ido a buscar la paz de Dios primero recogiéndome delante del Sagrario, pero esta sensibilidad espiritual por desgracia no la tienen muchas personas. Es posible que el problema sea también mío, pues quizá se trate de una diferencia de carácter espiritual con respecto a muchos que van a la Santa Misa. Estoy seguro de que la mayoría de las personas que nos han precedido y que ya están en la otra vida quizá disfrutando de la presencia de Dios han sido mucho más respetuosas que las personas de ahora, pero creo que el remedio no lo tengo yo con mis formas, pues no tengo duda que el Señor nos pedirá cuenta a cada uno de nosotros por haber profanado la casa de oración (su casa) y por haberla convertido muchos en una cueva de bandidos.
Después de exponer esta manifestación, debo dejar claro que tampoco estoy dispuesto a pasar al lado extremo opuesto, es decir, que ahora vaya a callarme incluso en ciertos momentos que pueda creer que sea necesario pedir respeto. Si de veras son los sacerdotes los que consideran ser los únicos que deban pedir silencio en el templo y no lo hacen, ni tampoco permiten que los fieles lo hagamos, si algún día Dios nos pide cuenta a cada uno de esto, el peso de esta responsabilidad recaerá sobre ellos.
Con este preámbulo quiero decir a todas las personas que se han interesado por los desórdenes eclesiales de esta localidad que es el momento de pedir perdón a las personas que haya hecho de sufrir y que les haya quitado más la paz. Espero que al menos muchos comprendan que soy cristiano, pero en ocasiones malo como le sucede a la gran mayoría sin apenas ser conscientes.
Antes de terminar el año, me gustaría estar en paz con todas las personas posibles, pues así nos dice nuestro Señor: Buena es la sal, pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz los unos con los otros (Mc 9,50).
Comparto la homilía de P. Santiago Martín por si alguien gusta hacer la misma reflexión también con obras de la misma manera que también he podido hacer yo.
Que tengáis TODOS un venturoso AÑO NUEVO lleno de la PAZ y ALEGRÍA que solo nos puede dar el SEÑOR.