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Cinco poemas sobre la cruz y sus significados

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Son autores cristianos y agnósticos y sus nombres están inscritos con letras de honor en la historia de la cultura universal. Estos versos y sus autores hablan por sí solos.

Poema de Jacinto Verdaguer

“Tienen forma de cruz:
los pájaros que vuelan,
el mástil que se enarbola,
los pendones que ondean,
los pinos que echan ramas,
las sendas que se encuentran,
el fraile que predica,
el barquero que rema,
el niño al ver a la madre
y el pecador que reza
con los brazos tendidos
cual las aves que vuelan”

Poema de León Felipe

«Nada se ha inventado sobre la tierra
más grande que la cruz.
Hecha está la cruz a la medida de Dios,
de nuestro Dios.
Y hecha está también a la medida del hombre…
Hazme una cruz sencilla, carpintero…,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil disparándose a los cielos.
Que no haya un sólo adorno que distraiga este gesto,
este equilibrio humano de los mandamientos.
Sencilla, sencilla….
hazme una cruz sencilla, carpintero.
Aquí cabe crucificado nuestro Dios,
nuestro Dios próximo,
nuestro pequeño Dios,
el Señor,
el Enviado Divino,
el Puente Luminoso,
el Dios hecho hombre o el hombre hecho Dios,
el que pone en comunicación
nuestro pequeño recinto planetario solar
con el universo de la luz absoluta.
Aquí cabe… crucificado… en esta cruz…
Y nuestra pobre y humana arquitectura de barro…
cabe… ¡crucificada también!»

Poema de Santa Teresa de Jesús

«En la cruz está la vida y el consuelo
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor de cielo y tierra
y el gozar da mucha paz, aunque haya guerra.
Todos los males destierra de este suelo
y ella sola es el camino para el cielo.
Es una oliva preciosa la santa cruz,
que con su aceite nos unta y nos da luz.
Alma mía, toma la cruz con gran consuelo.
Que ella sola es el camino para el cielo».

Poema de Gloria Fuertes

«Cristo, cristal purísimo
que no se rompe nunca.
Cristo, creo en tu cruz
que nutre nuestra arteria.
Bebo debajo de tu trono de espinas,
duermo en tu ala siempre viva,
y no hay porque pedirte por los hombres
porque todos los hombres están en tu memoria,
en tu luz desbordante con que nos amas sin méritos.
Sé que te desvives hasta morir, de nuevo,
en cada instante, por los son
que son ingratos con los otros.
Cristo, cristal purísimo
que no se rompe nunca.
Cristo, creo en tu cruz
que nutre nuestra arteria».

“La Pasión según San Mateo” de Juan Sebastián Bach

«¡Ven, dulce cruz, así quiero decirlo! ¡Jesús mío, dámela siempre. Si mis sufrimientos llegaran a ser demasiado pesados, ayúdame a llevarlos… Mira como extiende las manos Jesucristo en la cruz para abrazarnos. ¡Ven! ¿Dónde? A los brazos de Jesús, dulce refugio y consuelo. ¡Buscad! ¿Dónde? En los brazos de Jesús. Avecillas del nido abandonado, vivid, morid, descansad aquí, ¡quedaos! ¿Dónde? En los brazos de Jesús crucificado»