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«Es gloria de Dios ocultar una cosa, y gloria de los reyes escrutarla» (Prov. 25,2).
Sobre el misterio de la Santa Cruz se han escrito estudios tan profundos como extensos desde la ciencia teológica como la filosofía, aunque desde el punto de vista de las ciencias experimentales, hasta este momento, no habíamos tenido aún la más remota sospecha que pudiéramos explotar esta vía. Por esta razón, este estudio de investigación presenta una valiosa veta que especialmente la teología estaba en mora de abordar.
Para poder desarrollar parte de este estudio será preciso servirnos de la filosofía, ya que, para los antiguos filósofos, el estudio de las ciencias naturales coincidía en gran parte con el saber filosófico. San Juan Pablo II, nos dice en su encíclica Fides et Ratio que «La filosofía de la Cruz, pues, supera todo límite cultural que se le quiera imponer y obliga a abrirse a la universalidad de la verdad, de la que es portadora. […]. La filosofía que por sí misma es capaz de reconocer el incesante transcenderse del hombre hacia la verdad, ayudada por la fe, puede abrirse a acoger en la «locura» de la Cruz la auténtica crítica de los que creen poseer la verdad» (Juan Pablo II, 1998, p. 40). Siendo desde un principio una tarea de los padres de la filosofía mostrar los vínculos entre la razón y la religión, el hecho de querer demostrar en este estudio que la Santa Cruz es también un modelo matemático universal, podremos comprender de una manera axiomática e indiscutible que existe verdaderamente una relación armoniosa y eficaz entre la ciencia teológica, la filosofía, así como podremos demostrarlo ahora también desde las ciencias experimentales. Cuando hacemos referencia a las ciencias experimentales, es preciso que lo consideremos en cuanto a las ciencias matemáticas se refiere y de una manera general para todo aquello que comprende las ciencias naturales.
Razonando sobre la naturaleza, se puede llegar al Creador, pues «de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su autor» (Sab. 13,5). Es por tanto por medio del «libro de la naturaleza», cuya lectura y por medio de los instrumentos propios de la razón humana, podemos llegar al conocimiento del Creador. Dejándonos guiar por esta misma encíclica, este pontífice nos exhorta a que «es preciso no perder la pasión por la verdad última y el anhelo por su búsqueda, junto con la audacia de descubrir nuevos rumbos» (Juan Pablo II, 1998, p.88). Estos nuevos rumbos a los que se refiere este santo pontífice, siempre que se puedan hacer planteamientos con las alas de la fe y la razón para poder llegar al conocimiento de la verdad, no solo deberían de considerarse legítimos para poder acercarnos más a la certeza, sino para comprender también un poco mejor la realidad que nos rodea. Al respecto de lo que acabamos de afirmar, se hace preciso tener muy en cuenta lo que nos dice san Pablo en su Carta a Timoteo: «Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim. 2,3-4). Por esta razón se hace preciso poder valorar y aceptar especialmente en estos momentos con una gran apertura de mente cualquier vía recta que nos conduzca a Dios, pues siguiendo el hilo de esta última perícopa del Apóstol, el Profeta Oseas con la misma autoridad por parte de Dios para transmitirnos su Palabra, también nos dice que: «mi pueblo perece por falta de conocimiento […].» (Os. 4,6).
Al no haber tenido plena consciencia hasta el momento presente de que este misterio de la Santa Cruz se encuentra encriptado de forma indeleble en caracteres matemáticos en nuestro entorno, el primer impacto a nuestra inteligencia lo encontramos, por ejemplo, en un teclado o display numérico. Esto quiere decir que este misterio lo encontramos en primer lugar en toda la tecnología, concretamente en nuestros terminales telefónicos, ordenadores, mandos de control remoto, calculadoras, básculas electrónicas, máquinas de control numérico y en general, en todo sistema de adquisición de datos. Puede sorprender a muchas personas que lleguemos a afirmar que este misterio de la creación que abarca multitud de ámbitos en la ciencia, en su corto recorrido ha llegado a suscitar un gran interés particular, precisamente por tratarse de un misterio tan antiguo como novedoso; tan original como desconocido. Como nota dirigida a las personas que podemos considerarnos más tradicionalistas, el presente misterio de la ciencia de la Santa Cruz siempre ha estado presente en el medio que nos envuelve. Con esto debe de quedar claro que no podemos entender la tradición si no es impulsada a su vez por el progreso, y como miembros de la Iglesia deberíamos de tratar de buscar formas de transmitir, para tratar de poder adaptar lo que es esencial a las circunstancias de nuestro momento presente. Por esta razón se abre un momento en la historia único, en el que como cristianos podemos aprovechar este misterio que se revela por medio de las ciencias experimentales, para romper de esta manera con la ignorancia generalizada de que portamos con la Santa Cruz de una manera que hasta ahora nadie podría haber imaginado. Teniendo en cuenta la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema «la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana», sería vital que se pudiese considerar este estudio de investigación como uno de los nuevos modos y expresiones de la Buena Noticia, dentro del desafío para extraer; como el escriba que se hizo discípulo del Reino de los cielos, cosas nuevas y cosas viejas del precioso tesoro de la tradición (Mt. 13,52).
Cuando tengamos la ocasión de introducirnos en las operaciones simples, (suma, resta, multiplicación, división), conoceremos por medio de la ciencia de los números y la geometría de la Santa Cruz lo que podremos denominar como la mecánica de la unidad. La mecánica de la unidad conforma un Absoluto o un «Todo», siempre y cuando tengamos en cuenta que con estos números naturales podamos generar una sucesión infinita de valores. Teniendo en cuenta este principio de infinitud numérica, tendremos la ocasión de dar a conocer una teoría sobre el origen del universo, que en cierta manera está en armonía también con los principios básicos de la estructura de un átomo. Además, tendremos la oportunidad de poder demostrar que el modelo matemático universal de la Santa Cruz, adquiere a su vez la función de unificar o hacer de nexo entre diversos campos de la ciencia.
En este estudio científico-experimental donde descubrimos sin dificultad que esta interconectado con la dimensión espiritual, trata de demostrar en todo momento y con gran claridad, que el orden impera en todo el universo, poniendo en evidencia aquellos conocimientos que están enmarcados dentro de la «teoría del caos». Gracias al modelo matemático universal de la Santa Cruz, podremos llegar a demostrar incluso que este caos es un orden aparentemente complejo que hasta el momento nuestra inteligencia aún no ha podido comprender, cuando concretamente nos referimos a los sistemas periódicos no lineales. Este estudio demuestra que este tipo de sistemas, como pueden ser los datos de diversas variables del clima terrestre, existe también un orden imperante.
Otra parte interesante de este trabajo se encuentra en los capítulos con los que concluiremos este ensayo científico, donde podremos demostrar también que la Santa Cruz está impresa en aquello que el hombre en su vago entendimiento entiende como «azar» o «aleatoriedad». Esta parte de este estudio de investigación pone en evidencia a aquellos científicos que de una forma más o menos explícita idolatran al «azar» dentro del proceso evolutivo de las especies vivas, siendo esta una de las razones principales que han originado otras conjeturas científicas erróneas, como viene a ser en este caso la teoría de la evolución. La primera parte del análisis sobre el azar nos va a introducir en la última frontera de la ciencia. Aunque el siguiente y último análisis con el que remataremos este estudio de investigación, tendremos la ocasión de poder apreciar con mayor claridad lo que también denominaremos la mecánica del azar. En esta última parte, nos introduciremos dentro del sector de los mercados bursátiles, donde precisamente aquello que nuestra inteligencia comprende como azar desempeña un papel fundamental, para que podamos apreciar y arrojar mayor luz a este misterio hasta ahora tan desconocido que se encuentra también velado en los ritmos aleatorios. Puesto que tendremos la oportunidad de franquear en cierta medida algo más esta última frontera de la ciencia, podemos decir que este estudio de investigación ―concretamente en esta parte―, pone en cuestión lo que el hombre en su ignorancia denomina como «suerte» o «casualidad». Con otras palabras, podemos decir que, detrás de lo que el hombre comprende desde su lógica como «casualidad», por el orden que encontramos en su mecánica interna, tendremos la oportunidad de demostrar que en verdad todo aquello que tiene relación con el azar está sujeto también a la voluntad de Dios.
Tal como podremos apreciar en los sucesivos cálculos aritméticos, encontraremos en algunas secciones de nuestro estudio este orden que analizaremos en los diferentes campos de la ciencia que no responden a una precisión exacta, quizá por un error de tolerancia en los datos obtenidos, por ser fracciones que se aproximan al valor real o por cualquier otro motivo que francamente desconocemos. Aunque la mayoría de los resultados que obtendremos con independencia a la exactitud, dan garantía de que encontramos también este mismo fenómeno. En algunos de estos casos en los que no encontraremos dicha exactitud en los resultados, trataremos en su caso de dar a conocer sus correspondientes aproximaciones, que serán redondeadas a la unidad por medio de una hoja de cálculo.
Después de exponer la parte conclusiva de este libro, el lector podrá encontrar el testimonio autobiográfico del autor de esta obra, siendo este un testimonio de conversión que se puede considerar como una pieza clave para poder comprender la amplitud transcendente del misterio de la ciencia de la Santa Cruz.
Debido a que nuestra intención no se fundamenta exclusivamente en tratar de transmitir unos conocimientos que hasta ahora han sido ignorados por la ciencia a lo largo de la historia y muy especialmente en nuestro momento presente, culminaremos finalmente con la parte que hace que esta obra tenga vida propia. Con esto queremos decir que los conocimientos reflejados en este estudio se convierten en un proyecto de evangelización, precisamente cuando conseguimos relacionar este misterio de la ciencia de la Santa Cruz con las profecías del vidente católico argentino Benjamín Solari Parravicini, que en este caso hacen referencia a la «Cruz Orlada». Esta relación no debe de convertirse para aquellos que confesamos la fe católica en una piedra de escándalo, ni tampoco en algo que pueda ser causa de prejuicio, pues para superar este escollo será necesario que el lector se tome un tiempo para poder valorar adecuadamente el conjunto global de este misterio.
Antes de sumergirnos de lleno a esta obra, será preciso que podamos considerar otra exhortación de san Juan Pablo II, dirigida de una forma particular a las personas que ostentan un cargo de responsabilidad en la Iglesia: «Ante la ciencia y sus nuevos descubrimientos “el pastor debe de mostrarse dispuesto a una nueva audacia, evitando el doble escollo de la actitud timorata y del juicio precipitado”. De ahí se sigue a la invitación a que todo estudioso sea consciente de la propia naturaleza y las competencias de la propia disciplina, y a que los teólogos estén al día de los nuevos descubrimientos científicos» (Juan Pablo II, 1992, como se citó en Benedicto XVI, 2019, p.21). Estas palabras son transmitidas especialmente a los dirigentes y teólogos, aunque entre líneas se puede apreciar que se refiere también a «todos los estudiosos». Con esta referencia no solo invita a que los estudiosos como pueden ser científicos o filósofos deberían de estar abiertos a todo conocimiento, pues podemos entender que esto se amplía también a los fieles laicos, los cuales deberíamos de estar comprometidos con una formación permanente, para poder conocer mejor nuestra fe y de esta manera podamos rebatir con fundamentos todo error.
Después de exponer esta última exhortación por parte de san Juan Pablo II, se hace preciso que podamos tener en cuenta también que por presentarse este misterio como una aparente “novedad”, no cabe duda que encontraremos colectivos dentro de la Iglesia Católica que se cierren a la posibilidad de aceptarlo como un elemento necesario para poder emprender la Nueva Evangelización, y de esta manera podamos recoger buenos frutos de conversión entre aquellas personas que están más alejadas de la Iglesia. Para todas aquellas personas que tengan esta forma de pensar, sería necesario recordarles la visión que tuvo la primera autoridad de los Apóstoles: «—Levántate, Pedro; mata y come —le dijo una voz. — ¡De ninguna manera, Señor! —replicó Pedro—. Jamás he comido nada impuro o inmundo. Por segunda vez le insistió la voz: —Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro» (Hch. 10,13-15). Esto nos recuerda que la Sangre de Cristo también ha purificado todos los caminos que nos pueden conducir a Dios, para poder alcanzar el conocimiento de la verdad y de esta manera poder evangelizar ahora mejor el corazón de la ciencia, dando a conocer este misterio de la Santa Cruz que hasta este momento no ha sido explorado y que por esta razón especial requiere de un gran impulso que podemos dar ahora los fieles laicos. Se precisa este impulso especialmente por parte de los fieles laicos, porque sabemos que la situación en el mundo es muy crítica con respecto a la pérdida de las almas, y aunque por esta razón no podemos esperar ahora los extensos trámites burocráticos por parte de la jerarquía para poder solicitar un permiso eclesiástico, tampoco descartamos la posibilidad de hacerlo. Es importante también tener en cuenta lo que nos recuerda san Pablo con respecto a la materia o los medios que algunos pueden considerar como impuros o no aptos: «Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas» (Tt. 1,15). Es comprensible que ciertos aspectos de carácter científico que se tratan en este estudio se podrían plantear de otras formas diferentes para hallar mayor consenso, aunque si buscásemos agradar a los hombres, no podríamos ser siervos de Cristo. Si se debería tener en cuenta que desde una panorámica más amplia, nadie debería de perder de vista la intención de este trabajo que trata en todo momento de hacer un servicio a la fe. Por este servicio a la fe y con el mismo propósito de san Pablo, nos queremos acercar a todas las personas para poder decir también con él: «examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1 Tes. 5,21).
«O crux, ave, spes unica» «Salve, oh cruz, única esperanza» (CIC # 617).