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Presento la siguiente reclamación a su excelencia Sr. Ángel Gabilondo Pujol, para poder rogarle por una mejora en trato y dignidad de los usuarios que forman parte de los servicios de salud mental en todo el Estado español.
Defensor del Pueblo Español.
C/ Zurbano 42, 28010 Madrid
Nombre y apellidos: Jesús del Pino Marín, DNI/NIE: 09019929L, con domicilio en C/: El Saltillo, Nº: 25, C.P: 21730, Localidad: Almonte, Provincia: Huelva. Teléfono móvil: 636753259; Correo electrónico: buenanueva@hotmail.es Web/Blog: www.novaevangelizatio.org
Ante el defensor del Pueblo Español:
Excmo. Sr. Ángel Gabilondo Pujol.
Exposición argumentativa:
No existe ninguna especialidad dentro de la medicina, excepto la psiquiatría, que se precie a realizar juicios de valor tal como lo hace en este caso con los usuarios afectados del sistema de salud. Mientras que el resto de la medicina realiza diagnósticos en base a unas pruebas, los psiquiatras se apoyan exclusivamente en valoraciones personales bajo un reglamento consensuado. Estos juicios personales concluyen en ciertas definiciones categóricas limitadas, que se reducen a patrones comúnmente acuñados por medio de la razón, como cuando se refieren concretamente a las «enfermedades mentales». Cuando una persona como puede ser en este caso un psiquiatra o psicólogo expresa un criterio personal sin haber podido cotejar con pruebas verdaderamente científicas que confirmen una evidencia, la persona que se expone a examen está sujeta a criterios subjetivos, es decir, a una ponderación que se corresponde únicamente con la realidad que percibe a las personas que juzgan según ciertos cánones de la razón. Estos criterios sujetos a una gran componente de carácter subjetiva nunca dejarán de serlos por el mero hecho de consultar un Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), por muy reconocida que haya podido llegar a ser mundialmente su mentora, que en este caso es la Asociación Americana de Psiquiatría. Deberíamos de partir por saber cuáles son los criterios de las personas que forman esta asociación, pues como perjudicado por sus juicios en los que son homologadas las personas, muchos estaríamos interesados en saber cuáles son los principios e ideales de cada una de las personas que forman parte de esta comitiva, y para poder tener una mayor seguridad y confianza por parte de estas competencias que sin haber sido elegidas nos representan, en un ejercicio de mayor transparencia deberíamos de exigir poder saber cuáles son sus posibles relaciones de intereses con la industria farmacéutica. Mientras que las personas afectadas por los juicios de valor hacia los que estamos expuestos a examen no tenemos esta información, nos encontramos en medio de una circunstancia violenta, ya que desde los orígenes de la psiquiatría moderna es evidente que las personas que somos diagnosticadas no somos iguales al resto de los pacientes que forman parte del sistema de salud, pues en todo caso nos convertimos en subordinados obligados a aceptar un diagnóstico y a tomar por tanto un tratamiento químico. Nosotros los locos estamos sometidos a examen, aunque resulta ser una cuestión de mucha valentía el hecho de poder cuestionar su ciencia, pues en el momento que hacemos un poco de oposición con nuestro derecho a discrepar, se nos hace una moción de censura hasta llegar a recriminar con un tono prepotente y dictatorial que “no tenemos conciencia de enfermedad”. En el momento que supongamos una amenaza que cuestione su ciencia, el segundo paso al frente de esta hostil estrategia viene a ser con el instrumento de la amenaza, el acoso, la intimidación y la coacción para tratar de infundirnos miedo. Cuando sus métodos de persuasión son inválidos, este miedo que nos tratan de infundir se fundamenta principalmente en decirnos que vamos a ser ingresados de nuevo; quizá en hospitales psiquiátricos de media-larga estancia o que vamos a ser incapacitados civilmente por un juez perdiendo de esta manera aún más nuestros derechos y libertades como ciudadanos, etc. No es preciso ser demasiado inteligentes como para tener plena conciencia de que estos dogmas y principios inamovibles de los médicos de la mente no pueden seguir siendo aceptados como una ciencia, sino más bien como una pseudociencia o una ciencia entre comillas.
Teniendo en cuenta que en cuestiones científicas no existe una definición de la personalidad aceptada por la mayoría de los teóricos e investigadores, esto en gran parte supone un grave problema, pues mientras sigamos ignorando cual es el concepto que más se ajusta a la realidad sobre la personalidad, en las normas civiles podremos encontrar una gran cantidad de vacíos legales, como por ejemplo el artículo 10 de la Ley General de Sanidad donde se «reconoce a todos el derecho al respeto a nuestra personalidad, dignidad humana e intimidad, […]». Por esta razón debemos reconocer que, para que podamos encontrar una definición que sea aceptada por una amplia mayoría, el hombre debería de estar abierto a la trascendencia, ya que de otro modo todas las definiciones que se puedan formular sobre este concepto están sujetas a una limitación o reduccionismo que nunca terminará por satisfacer nuestra razón. Sólo la fe va más allá de los criterios y juicios de la carne o del hombre natural, ya que la dimensión espiritual considera en este caso particular que nuestra esencia más íntima, no podemos concebirla en bruto por medio del intelecto, ni por tanto definir tampoco con el lenguaje humano. En consecuencia, podemos afirmar desde la fe que es imposible entender por la vía de la razón esta esencia de nuestro ser más íntimo, porque esta esencia que se hace exclusivamente sensible al exterior por medio de nuestra personalidad tiene rasgos propios de indivisibilidad e infinitud. Estos rasgos son únicos en la naturaleza humana, ya que sólo nosotros tenemos un deseo innato de buscar en nuestra experiencia vital la felicidad o cualquier estado de satisfacción personal que no tenga ningún término u otra clase de limitación, sin entrar a valorar en este momento si este anhelo que podamos tener sea ordenado o desordenado. Teniendo en cuenta estas concreciones que como hemos podido apreciar precisan del apoyo de la fe, tal como se ha adelantado, esta especialidad en medicina no debe de ser considerada como una ciencia, ya que más bien se trata de una disciplina completamente especulativa, es decir, que los pilares de este conocimiento se encuentran asentados en un plano exclusivamente teórico.
Teniendo en cuenta la diferencia existente entre las enfermedades físicas y las que se presuponen que son mentales, surge un mecanismo automático que parte de la especialidad de la psiquiatría, por no tener capacidad técnica ni humana de establecer diferencias entre las enfermedades que son somáticas y la ingente amplitud de «enfermedades mentales» que como muchos sabemos, un grupo de élite ha llegado a acuñar a lo largo del S.XIX hasta el presente. Este diagnóstico no es propiamente un diagnóstico, sino directamente un juicio de valor que implica en su término ser categorizados como personas defectuosas ontológicamente, sin tener de esta manera ninguna consideración nuestra personalidad. Las personas que tenemos asignadas la etiqueta del juicio de otra persona que está especializada en psiquiatría, a efectos de la autoridad que otorga el Estado por el simple hecho de haberse licenciado en medicina y a su vez aceptado como funcionario por medio de unas pruebas específicas, terminamos siendo el mayor despojo de la sociedad. Mientras que una persona que puede contraer una enfermedad por contagio pueda ser digna de compasión, muchas otras personas por el simple hecho de ser “enfermas mentales”, evitan el trato con nosotros. Esto es esencialmente vital, pues como cualquier persona no tenemos ninguna necesidad de que nadie nos haga un diagnóstico mental tal como nos sucede a nosotros los locos, sino que necesitamos precisamente tanto del acompañamiento como de la comprensión que sólo pueden nacer de la verdadera caridad y no de una traumática instrumentalización de las mentes de los hombres.
Me ha hecho falta disponer de mucho tiempo y adquirir cierta experiencia para poder llegar a la conclusión de que aquello que los médicos de la mente conciben como «enfermedades mentales» son un neo concepto de algo que desde siempre ha existido. Si partimos de nuestra condición como personas, el concepto original al que se refiere este neo concepto deriva más bien de todo aquello que tiene relación con las enfermedades espirituales y en gran parte a su vez de los problemas que experimentamos de forma cotidiana, afectando todo esto tanto a nuestro sistema nervioso como anímico. Esto es algo evidente para la mayoría de nosotros los usuarios, aunque mucho menos aún para los médicos de la mente. Por tanto, las diferentes enfermedades espirituales y los problemas cotidianos son los mismos que nos hacen sufrir, ocasionándonos en ciertos momentos de nuestra vida comportamientos problemáticos e incluso perturbadores. Esta es una realidad mucho más sólida que los principios biológicos completamente totalitarios en los que se apoya esta “ciencia”. De una forma especial la religión cristiana ha tenido muy presente que las enfermedades espirituales nos han acompañado y condicionado desde que el hombre ha sido herido por la culpa original. Si bien es cierto que debemos de considerar la intención en gran parte altruista de aquellas personas de ciencia que tratan de ayudar a conocer y curar la psique, la concepción moderna de la psicología y mucho aún más la psiquiatría, han sido disciplinas condicionadas por diferentes tipos de intereses. La base de estos intereses a los que me refiero, son principalmente las luchas de estatus de cada una de estas disciplinas dentro del gremio de la salud mental, aunque sin duda el factor más importante que más les ha motivado ha sido el económico, siendo esta la razón principal que ha provocado la grave crisis interna actual, muy especialmente en el campo de la psiquiatría que es la “ciencia” que diagnostica y prescribe la indicación farmacológica.
Como es evidente, estas ramas del saber ciertamente han sido dirigidas por personas, por lo que no podemos entrar a hacer una valoración de carácter general para todos estos profesionales que ejercen esta disciplina, y que en parte debemos de reconocer que tienen que hacer frente a muchas circunstancias que se tornan muy difíciles, precisamente por el hecho de querer estar separados de la dimensión espiritual. Aunque en cierta manera tanto la psiquiatría como la psicología pueden ayudar en momentos concretos de una forma puntual a ciertas personas que no disponen de otros medios para poder dar una solución a sus problemas, tenemos pleno conocimiento que estas “ciencias” han sido ideadas fundamentalmente partiendo desde una perspectiva atea. Al mismo tiempo estas disciplinas están orientadas de forma especial para aquellas personas que consideran que no pueden encontrar en Dios la ayuda que verdaderamente necesitamos todas las personas. Por otro lado, estas personas que por norma general se encuentran alejadas de la fe, llegan a creer que en estos apoyos materiales y humanos les supone la posibilidad de adquirir una solución más rápida y efectiva. Aunque también es muy importante poder considerar el factor de incomprensión y en cierta medida de abandono a nuestros seres queridos, que por falta de paciencia y de amor al familiar que padece, en vez de ayudarles nosotros principalmente con nuestra compañía para tratar de dar soluciones a sus problemas de carácter general, se prefiera en muchas ocasiones dejarlos más bien en manos de personas que apenas tenemos referencias en cuanto a sus principios e ideales de vida.
En base a lo expuesto solicita:
Las razones descritas en esta exposición argumentativa hacen comprender que nos encontramos ante una grave crisis en el ámbito de la salud mental. Todo esto ha imposibilitado que se pueda desactivar esta triple combinación que en este caso conforma el artefacto explosivo que viene a ser más propio de la psiquiatría: «Juicio-Ateísmo-Interés». Se ha hecho hasta este momento tan complejo poder desactivar esta bomba tan inestable, porque precisamente estos factores que lo conforman están dentro del marco que define nuestra sociedad actual por el ambiente materialista que nos rodea. Teniendo en cuenta esta combinación tan inestable, la proyección exterior que reflejan en este caso los psiquiatras, vienen a presentarse por norma general con una vocación de servicio y de ayuda, aunque en verdad esto no se aproxima en la mayoría de los casos a esta realidad, ya que la personalidad del sujeto activo más bien se presenta con un perfil de superioridad frente a los sujetos pasivos que en este caso representan a los subordinados. Sabemos que los juicios que arrancan desde una posición de superioridad de la persona provocan en muchos casos un sentimiento de aversión y hostilidad. Este juicio que genera resentimiento de odio hace que en este caso las personas locas seamos gravemente discriminadas, de la misma manera que en otro momento histórico también llegó a ser objeto de discriminación el colectivo LGTBI+. En la actualidad este colectivo favorecido por las élites mundiales ha salido beneficiado para tener una imagen reconocida socialmente, por lo que todo aquel que discrimina a este colectivo supuestamente considerado como una minoría puede ser sancionado en este caso por ser “homofóbico”. Ahora este servidor en representación de los locos y por esta misma ley de igualdad, así como por el estigma social que nos caracteriza, también reclama ante el Defensor del Pueblo Español los mismos derechos, denunciando en nuestro caso que somos una minoría olvidada e incluso excluida por la ley de delitos de odio tipificados en el artículo 510 del Código Penal, teniendo en cuenta en este caso que este estigma ha sido mucho más hiriente que el del colectivo de personas homosexuales, por ser precisamente la sociedad aún más incisiva con nosotros. Por esta razón nos apoyamos en esta ley para reafirmarnos desde este mismo momento en la posibilidad para que podamos ser amparados y reconocidos por la misma con el fin de que seamos igualmente protegidos por la discriminación y sentimiento de aversión hacia los locos que tanto han sido hostigados por el colectivo formado en gran parte por psiquiatras y psicólogos. Por estas razones es preciso que denunciemos esta otra realidad en lo que concierne a nuestro colectivo minoritario, que al igual que el colectivo homosexual produce aversión social y que hasta este momento por los intereses citados no ha venido a suponer una molestia moral, ocasionándonos de esta manera un completo estado de desamparo ante la ley. De la misma manera que las personas homosexuales están ahora tan protegidas por la ley, las personas que vivimos sin complejos la locura no queremos seguir siendo tampoco excluidos ni discriminados, ya que en este caso estaríamos hablando propiamente de “locofobia”. Este colectivo minoritario del cual me siento representado también se debería de encontrar bajo el amparo del Artículo 14 de la Constitución Española: «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.»
Después de presentar estos argumentos, es evidente que prima la importancia de que pueda seguir siendo una persona más comprometida en sumar fuerza para tratar de integrar un verdadero acompañamiento que esté basado principalmente en la psicoterapia y la espiritualidad. Desde que surgió la psiquiatría moderna en la mitad del siglo pasado, tenemos conocimiento que en este lapso de tiempo muchas personas dentro del gremio de la salud mental, así como multitud de movimientos interesados han planteado sus ideas y principios para poder conciliar la ciencia y la espiritualidad. Mientras que la Iglesia Católica en estos momentos podemos decir que dispone de una mente abierta para el diálogo, el impedimento para esta conciliación tan necesaria ha sido la falta de humildad por parte de la ciencia, que en gran medida se siente autosuficiente como para creer que no precisa de otras disciplinas del conocimiento para suplir sus deficiencias. Si las ramas de la psiquiatría y la psicología no pueden llegar a un concilio entre la medicina natural, la química, así como en este caso particular con el recurso que hace referencia a la dimensión espiritual, nunca se podrá romper la barrera de subjetividad de estas “ciencias”. Hay que tener en cuenta que no resulta nada sencillo que estos facultativos puedan reconocer sus deficiencias, pues la virtud de la fe es necesaria para vencer la falta de humildad, lo que provoca por esta parte el hecho de no pedir ayuda en medio de su grave crisis. Teniendo en cuenta todas estas dificultades, mientras que sigamos trabajando por esta necesaria transición, resulta ser una razón justa que de igual manera que nadie obliga a estos facultativos a abrazar la fe, no se obligue aceptar ningún tratamiento químico a los usuarios que tienen una prescripción involuntaria. Teniendo en cuenta esta doble vara de medir entre facultativos y usuarios dentro del sistema de salud, es un deber como ciudadano rogarle también su amparo como Defensor del Pueblo Español para que todas las personas que padecemos cualquier clase de enfermedad espiritual entre otros problemas de carácter general que también nos hacen sufrir, podamos tener derecho a decidir libremente si queremos aceptar un tratamiento natural, químico, espiritual e incluso poder llegar aceptar libremente un posible tratamiento íntegro con estas tres disciplinas del conocimiento.
De igual manera que he recurrido a su competencia, quisiera comunicarle que en el orden autonómico he visto preciso recurrir también al Defensor del Pueblo Andaluz. Debido a que el hilo de la conversación con su homónimo autonómico tiene una relación directa con todo lo que he tratado en esta reclamación con respecto a las personas que somos injustamente etiquetadas como “enfermas mentales”, he considerado oportuno adjuntarle esta otra reclamación. Aprovecho la ocasión a su vez para adjuntarle otra reclamación efectuada por Burofax Premium Plus (NB00040818872) a la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía el día 6 de noviembre de 2023 aún no respondido, el cual plantea al principio una serie de conjeturas personales de carácter religioso que en este caso estuvieron abiertas a debate y que tienen como fin plantear a mi actual psiquiatra la supresión paulatina y total de todo el tratamiento con psicofármacos que durante casi veinte años me han perjudicado de una manera tanto física como psíquica.
Considero que dentro de mis limitaciones como persona he podido plantearle de forma general una serie de argumentos razonables, junto a la normativa vigente que regula nuestros derechos como ciudadanos, para romper en parte con este gran sofisma que ha sido construido principalmente por la psiquiatría.
Se despide afectuosamente: Jesús del Pino Marín
En Almonte a 25 de noviembre de 2024.
Gracias por abordar un tema tan importante y sensible. Me pregunto, ¿cuáles serían las medidas concretas que propone para mejorar el trato a los usuarios de salud mental? Siempre es valioso conocer las perspectivas detalladas sobre cómo podríamos avanzar más allá del diagnóstico. ¡Buen artículo!
En primer lugar le agradezco su comentario Aurelio.
Creo que el diagnostico en la inmensa mayoría de los casos es perjudicial, porque no se está diagnosticando la enfermedad de un órgano más del cuerpo, sino de algo que más bien no tiene límites ni dimensiones, pues así es la mente del hombre, todo un universo, todo un misterio.
Creo que la base para poder ayudar a las personas que tienen problemas en la vida (no un diagnóstico) se puede dar cuando tenemos una gran apertura de mentalidad para poder comprender mejor a nuestros semejantes. Como comprenderás Aurelio, para que pueda producirse esto se necesita antes que el mundo tenga una REVOLUCIÓN EN EL AMOR. Y en esta tarea al menos estamos los cristianos de verdad. Hay mucho trabajo por hacer. Te invito a seguir conociendo esta página, porque creo que puede ayudar a muchos que se encuentran tanto dentro como fuera de las camisas de fuerzas químicas que tenemos que padecer, al menos en mi caso por la causa de Cristo.
Quizá pueda interesarte también conocer otra entrada de este Blog, donde publiqué el mismo día otra reclamación al Defensor del Pueblo Andaluz. En esta reclamación se hace incisión en algunos aspectos concretos en los que se procura también una mejora del sistema, pues de lo que se trata es de humanizarlo.
https://www.novaevangelizatio.org/reclamacion-defensor-del-pueblo-andaluz-en-pro-del-trato-y-la-dignidad-de-los-locos