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Sinopsis del libro.

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Desde un punto de vista interdisciplinar, este ensayo científico trata de demostrar que el signo que nos identifica como cristianos es también un modelo matemático universal, por lo que este trabajo se puede considerar como una valiosa veta que la teología está en mora de abordar. La importancia de poder dar a conocer y divulgar este estudio de investigación se justifica de una forma análoga a cuando Constantino tuvo una visión en la que Dios le reveló por medio de un sueño que, estampando la Santa Cruz en los estandartes de su ejército, alcanzaría la victoria en un combate recio que este emperador daba por perdido. De igual manera que la Santa Cruz fue la señal que hizo posible que el imperio romano llegase a convertirse al cristianismo, en la actualidad el hecho de que la Iglesia cobre ánimo en dar a conocer que este misterio de la creación se encuentra presente en la tecnología, en el calendario y entre otras disciplinas de la ciencia que hasta ahora también han pasado inadvertidas, juega un papel fundamental en nuestro servicio a la fe. Esto significa que en este momento tan difícil para la cristiandad en el mundo, el misterio se vuelve a actualizar y sabiendo por otras referencias históricas que este es precisamente el signo de conversión por excelencia, ahora se presenta como un instrumento imprescindible para la Nueva Evangelización.
 
            En este libro el autor comparte brevemente su testimonio de conversión, con el fin de dar a conocer que desde el año 2008, el Señor le concedió la gracia inmerecida de poder contemplar la luz del sol con sus ojos sin producirle lesión «de día el sol no te hará daño (Sal 121,6)». Esta experiencia tan impactante en su vida ha supuesto que haya ingresado en diversas ocasiones en una unidad psiquiátrica, aunque es consciente que por medio de esta cruz que lleva en su espalda, así como por su vida disoluta en el pasado, se puede apreciar un gran contraste en su vida que podría ayudar a otras personas a encontrarse con Dios por medio de la luz de la fe e incluso también en este caso por medio de la razón. Esta fuerte experiencia viene a ser una pieza clave para comprender el conjunto global de este misterio, ya que existe una interesante conexión con las profecías del conocido vidente católico argentino Benjamín Solari Parravicini que en este caso  hacen referencia a las últimas cuarenta profecías dedicadas a la «Cruz Orlada».  
 
            Queda pendiente esta invitación para que todos los creyentes y hombres de buena voluntad puedan leer esta obra dirigida especialmente a las personas que no tengan una mirada de prejuicio, recordando al mismo tiempo aquella sabia sentencia que podemos encontrar en el clásico de espiritualidad del beato Tomás de Kempis: «No te fijes en el nivel de los autores, ya sea que escriban sencillamente o con gran despliegue de recursos, más bien que te impulse a leer el amor a la pura verdad. No te preguntes quién lo dijo sino más bien atiende a lo que ha dicho».   

Pero nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu. Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.(1 Co. 2, 12-16).

A pesar de que algunos medios de comunicación católicos han llegado a cuestionar la posibilidad de que pueda surgir un nuevo símbolo, tal como lo llegó a profetizar el vidente católico argentino Benjamín Solari Parravicini al hilo de su últimas psicografias referentes a la Cruz Orlada, desgraciadamente ignoran que es la misma Iglesia por medio del Catecismo la que anuncia que, por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios:

«La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (Cf. Mt 12, 26): «Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el  Reino de Dios» (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (Cf. Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre «el príncipe de este mundo» (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: «Regnavit a ligno Deus» («Dios reinó desde el madero de la Cruz», himno «Vexilla Regis»)» (CIC # 550)            

Cuando este punto del Catecismo hace una referencia explícita a que por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios, es porque este nuevo Lábaro de nuestro tiempo será el estandarte de la última Cruzada que nos unirá a todos en la plena manifestación de los hijos de Dios que la creación espera expectante, para que sea liberada de su corrupción y de esta manera podamos llegar a alcanzar nuestra libertad gloriosa (Rm. 8, 19-22).